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Como es bien sabido, la contaminación atmosférica es un grave problema en China. Desde hace años, numerosas ciudades, entre ellas su capital, registran unos niveles de contaminación exterior que ocupan los primeros puestos a nivel mundial.
Por lo general, las urbes son lugares polucionados. Por contra, las ciudades en las que se cumplen las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud para que el aire tenga unos mínimos de pureza representan una excepción.
En China, lógicamente, no todo el país la sufre. El problema también se concentra en las ciudades, pero la situación ha alcanzado unas dimensiones que supone una serie amenaza para la salud de más de 100 millones de personas.
Alerta roja en 50 ciudades

Si numerosas ciudades del sur de China llevan lo suyo en contaminación, acortando la vida de sus habitantes una media de unos 5 años, últimamente sin embargo están siendo noticia las del noreste del país.
Sus altos niveles de contaminación son alarmantes desde hace semanas. Solo en los últimos días, se han cancelado alrededor de 200 de vuelos en la capital. La alerta roja también ha supuesto una especie de toque de queda voluntario.
Las autoridades han recomendado a más de 100 millones de personas que no salgan a la calle. En total, una decena de ciudades han decretado la alerta roja en la provincia de Shandong, con una población de 96 millones de habitantes.

Creciente contaminación

Según fuentes oficiales, la calidad del aire en la capital china ha empeorado desde noviembre. Hacía tres años que no se registraban niveles de polución tan elevados.
“El uso del carbón tiene la culpa de la creciente contaminación”, señalan expertos de la Academia de Investigación de Ciencias Medioambientales China. Superar las 600 micras de partículas PM 2,5 por metor cúbico, las más dañinas, ha supuesto considerarse de “muy poco saludables” a “muy peligrosas”, según la escala que se utiliza en Estados Unidos.
Casi cincuenta ciudades y dos provincias del norte y el este de China están en situación de alerta. En Tianjin llevan más de 25 días en esta situación, lo que les obliga a suspender las clases en las escuelas, a cerrar las obras y limitar la circulación, entre otras medidas que no siempre son suficientes.
Dejar de estar en alerta roja no significa un gran alivio. Incluso cuando Pekín retiró su alerta máxima la ciudad seguía inmersa en una densa nube tóxica. Solo la alerta azul permite un respiro y vuelta a una normalidad que ha pasado a ser una excepción.

Causas de la contaminación

Mientras en áreas más desarrollados, como Europa, la contaminación procede sobre todo del transporte, en otras áreas del planeta se suman otras fuentes de polución. En el caso de China el uso de carbón para generar electricidad es uno de los principales agravantes.
De hecho, el carbón es la principal fuente de energía del país y, por ejemplo, cuando llega el invierno los sistemas de calefacción contaminan de forma importante el aire exterior. Hasta tal punto que muchos días acaba agravando el problema de tal modo que se recomienda no salir a la calle e incluso impide la visibilidad en las calles.
Sin embargo, no puede entenderse la situación sin considerar el rápido desarrollo económico del gigante asiático. Durante las últimas décadas han aumentado exponencialmente los gases procedentes de las industrias y del transporte en áreas urbanas. No en vano, el país se ha convertido prácticamente en la fábrica del mundo, y la polución pasa su factura.
La contaminación global del aire, por lo tanto, responde a muy distintas causas, con lo que varía en cada zona. Solo analizando las partículas en suspensión, que pueden ser de muy distinto tipo, se puede establecer su perfil concreto. Entre otras, encontramos el dióxido de azufre, monóxido de carbono, moho, óxido de nigrógeno, asbesto o, por ejemplo, caucho.
Las más peligrosas son las de menor tamaño, denominadas partículas en suspensión PM 2,5, que se caracterizan por su capacidad de penetrar en el sistema circulatorio a través de su inhalación, tras llegar hasta los pulmones.

Casi un millón de muertes hasta 2030

Numerosos estudios concluyen que el impacto sobre los ciudadanos de la exposición a partículas nocivas de forma habitual es responsable de que los cánceres de pulmón y otras enfermedades respiratorias se hayan disparado en el país.
Una reciente investigación centrada en los efectos sobre el corazón indica que si sus ciudades tuviesen un aire “aceptablemente limpio” se podrían evitar 923.000 de muertes prematuras por enfermedades cardiovasculares en los próximos 15 años.
La Asociación Americana del Corazón, autora del trabajo, estima que controlar las partículas en suspensión PM 2,5 reduciría una media de un 7,2 por ciento las muertes por enfermedades cardiovasculares y un 2,7 por ciento por ataques de corazón.
Para ello, el país debería funcionar a medio gas. Es decir, deberían restringir el tráfico urbano, cerrarse fábricas y limitar la actividad del sector de la construcción, entre otras medidas.
Para hacernos una idea, en la actualidad la media anual de Beijing es de 86 micras por metro cúbico y de 62 la conjunta de todas las urbes del país, frente a las 55 micras apuntadas en el estudio. Sin embargo, un aire aceptable rondaría los 25 y para que fuese óptimo la concentración de PM 2,5 no debería superar las 10 micras por metro cúbico.
Estos últimos días, la capital ha alcanzado hasta 620 micras por metro cúbico y en Xinxiang, en la provincia de Hunan, se alcanzaron 727. Por lo tanto, si 25 micras son la barrera de salubridad establecida por la OMS, estas cifras son más de 200 veces superiores. Cuando las cifras hablan por sí solas, sobran los comentarios.



























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